El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, arribó a Alaska vistiendo una camiseta con las siglas (CCCP) que en español se traduce URSS  (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), gesto interpretado como un metamensaje político en el marco del esperado encuentro entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente estadounidense Donald Trump.

Lavrov, reconocido en Occidente por su perfil inicialmente pragmático, ha adoptado en los últimos tiempos posturas más radicales alineadas con el Kremlin, su discurso se ha tornado desafiante, con frecuentes usos de ironía y burlas.

La vestimenta elegida refuerza la narrativa oficial rusa sobre las relaciones con Ucrania; Putin insiste en que ambos pueblos forman “un solo pueblo”, negando la legitimidad e integridad del Estado ucraniano y promoviendo la idea de una unidad bajo la influencia de Moscú.

Varios miembros de la delegación rusa en Alaska, incluido Lavrov, iniciaron sus carreras políticas durante la Unión Soviética. La oposición los acusa de mantener una visión de corte imperialista soviético. En territorios ucranianos ocupados, autoridades alineadas con Moscú han derribado monumentos que recordaban el sufrimiento bajo el régimen soviético, como los dedicados a las víctimas del Holodomor, la hambruna que mató a millones en los años treinta.

El exministro de Asuntos Exteriores de Lituania, Gabrielius Landsbergis, comentó en la red social X sobre la prenda de Lavrov: “‘Simplemente dennos la mitad de Ucrania y prometemos que nos detendremos’, dice el negociador que viste una sudadera de la URSS”.

En Telegram, blogueros rusos identificaron la prenda como un producto de la marca Selsovet, con sede en Chelyabinsk, especializada en ropa de “herencia soviética” y con un precio estimado de 120 dólares.

Estos gestos forman parte de una serie de acciones provocadoras de Rusia antes de la cumbre, que buscan incomodar a Ucrania y sus aliados europeos. Días atrás, la editora en jefe de RT, Margarita Simonyan, comentó que a los periodistas rusos en Alaska se les ofreció “pollo Kiev”. La anécdota fue explotada por comentaristas rusos. Sergei Markov, aliado del Kremlin, escribió: “Putin y Trump deberían convertir a Zelensky en un gallina de Kiev. En el Kremlin sobra humor”.

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