Cuba vive una crisis económica, social y sanitaria tan profunda que muchos analistas comienzan a compararla con Haití. A pesar de que históricamente ha tenido mejores indicadores de salud, educación y expectativa de vida, la isla enfrenta hoy un deterioro acelerado que abarca todas las áreas: apagones generalizados, hospitales sin suministros, colapso del transporte, escasez de agua y alimentos, pérdida de capital humano por la emigración masiva y una estructura política incapaz de ofrecer soluciones.

La represión, la ausencia de elecciones libres desde 1959 y el control del Estado sobre casi toda la economía han derivado en un escenario de “favelización” y desigualdad extrema entre la población y la élite militar que gobierna.
La comparación con Haití va más allá del nivel de pobreza. Ambos países dependen de las remesas, pero en Cuba el flujo migratorio responde a una huida sostenida de ciudadanos que ya no ven futuro en el sistema. Incluso funcionarios, jueces y militares retirados se suman al éxodo. Aunque Haití ha logrado, con dificultades, convocar elecciones, Cuba continúa bajo un modelo político cerrado, administrado por la gerontocracia vinculada a los Castro y altos mandos militares, quienes controlan GAESA, el conglomerado que maneja más del 70% de la economía nacional. La dolarización parcial de facto, el desabastecimiento crónico y la falsificación de estadísticas han agravado la pérdida de confianza interna.

El escenario geopolítico añade presión. La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, articulada bajo el llamado “Corolario Trump”, apunta a reforzar su presencia en el Caribe, intensificar el combate al narcotráfico y cercar a regímenes aliados como Venezuela y Cuba. Sin embargo, Washington teme un éxodo masivo si la dictadura colapsa de forma abrupta. En paralelo, la crisis cubana se vuelve incómoda para sectores progresistas latinoamericanos, que evitan condenarla abiertamente. Con un país empobrecido, sin sector privado real, endeudado y sin capacidad de adaptación, el deterioro luce estructural. Para el exilio, la tarea será comprender un eventual proceso de transición inédito y prepararse para la compleja reconstrucción de una Cuba devastada por décadas de control político y económico.

