En lugar de festejos y fuegos artificiales, miles de familias inmigrantes celebran este Día de la Independencia refugiadas en sus casas, temerosas de salir a la calle. En vecindarios con fuerte presencia latina como Boyle HeightsEl Sereno o Huntington Park, el 4 de julio se vive este año entre el miedo, la incertidumbre y la cancelación de actividades comunitarias por las redadas de inmigración.

“Mi hijo me pregunta cómo vamos a celebrar, pero yo le digo que no podemos hacer nada. Están diciendo que la migra estará en todos los parques”, relata Lennimar Rivas, una madre venezolana de tres hijos nacidos en EE. UU., quien teme salir desde que recibió una notificación del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) informándole de la revocación de su permiso humanitario y exhortándola a abandonar el país voluntariamente.

Rivas no es la única. Como ella, miles de inmigrantes viven en la clandestinidad, apoyándose en sus hijos adolescentes para realizar actividades cotidianas como ir al supermercado, lavar ropa o atender pequeños negocios. Su hijo menor, Wyatt, de 14 años, ahora asume tareas domésticas para proteger a su madre. “Mi otro hijo de 16 años me dice: ‘Yo te escondo, mamá, dime qué hago’”, cuenta con angustia.

Organizaciones como Mujeres de Hoy advierten que esta situación está generando una crisis emocional entre los menores. “Está afectando mucho a los niños, emocional y psicológicamente. Esto es peor que la pandemia; el virus pasaba, pero este trauma no”, dice Mayra Todd, directora del colectivo.

El temor se extiende a madres como la de Chris, un niño de 14 años que este 4 de julio no celebrará la independencia de su país, sino que estará vendiendo 500 tamales en un puesto improvisado en Pasadena. Hace unas semanas, agentes de ICE llegaron al lugar y se llevaron a varios clientes. “Yo pensé que me iban a arrestar”, confiesa su madre, quien tiene documentación migratoria pero padece enfermedades crónicas y teme ser detenida pese a su estatus.

Desde entonces, las ventas han caído drásticamente. En un día apenas logró ganar 20 dólares. Gracias a la visibilidad generada por el influencer Tío Joker, que difundió su historia y organizó una actividad solidaria, la familia ha logrado recuperar algo de sus ingresos.

Mientras tanto, Rivas enfrenta un futuro incierto. Padece síndrome de Guillain-Barré y diabetes tipo 1, condiciones que requieren un tratamiento médico al que no tendría acceso si es deportada. “Si me llevan, siento que me voy a morir. No puedo estar sin mis hijos; ellos me han mantenido viva”, afirma.

Como último recurso, ha lanzado una campaña en GoFundMe (https://gofund.me/ebf54c77) para costear una asesoría legal que le permita luchar por su permanencia en Estados Unidos y mantenerse unida a su familia. En medio del miedo y la tensión, voces como la de Alex Murillo llaman a la unidad comunitaria como única vía para hacer frente a un entorno cada vez más hostil.

Yahoo Noticia

Por admin

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