Pekín.– Diez años después de que China derogara la política del hijo único, la segunda economía del planeta se enfrenta a una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y el descenso de su población a pesar de la cascada de incentivos para tratar de estimular los nacimientos.

El Gobierno sostuvo que la política, implementada en 1979, evitó que el país alcanzara los 1.700 millones de habitantes, pero admitió que debía ponerle fin por sus efectos colaterales.

El cambio de 2015 permitió a todas las parejas tener dos hijos y, en 2021, se amplió el límite a tres.

La flexibilización no revirtió la tendencia: el número de nacimientos siguió cayendo y China suma tres años de contracción poblacional.

Un «asunto vital»

El país cerró 2024 con 1.408,28 millones de habitantes, lo que marcó el tercer descenso consecutivo de su población tras las caídas en 2023 y en 2022, el primer retroceso desde 1961.

Según datos oficiales, en 2024 nacieron 9,54 millones de personas, una leve recuperación frente a los 9,02 millones de 2023, el nivel más bajo desde 1949.

Expertos atribuyeron el repunte al Año del Dragón, considerado propicio para tener hijos, y al efecto de los nacimientos pospuestos durante la pandemia, aunque advirtieron de que la tendencia sigue siendo descendente.

Según cálculos de especialistas locales, la tasa de fecundidad ronda 1,0 hijo por mujer, lo que sitúa a China solo por encima de Corea del Sur entre los países con menor natalidad.

El presidente chino, Xi Jinping, declaró en 2024 que «el desarrollo poblacional es un asunto vital en relación con la gran revitalización de la nación china».

Ofensiva de las autoridades

Ante la tendencia, las autoridades han desplegado diversas medidas para promover lo que denominan una «sociedad favorable a la natalidad».

En julio, el Gobierno central anunció la creación de un sistema nacional de subsidios al cuidado infantil que otorgará 3.600 yuanes anuales (500 dólares) por cada menor de tres años.

En el ámbito educativo, el Ejecutivo eliminará a partir de este otoño el pago de tasas en el último curso de educación preescolar, medida que beneficiará a unos 12 millones de niños, y ha impulsado la extensión de la analgesia epidural durante el parto a los hospitales públicos, para reducir las reticencias ante el parto.

A nivel local, varias provincias han ampliado las vacaciones por matrimonio: Sichuan las elevó a 20 días y Shandong hasta 18, mientras que en Shanxi o Gansu alcanzan los 30. Ciudades como Yichang o Hangzhou ofrecen subsidios directos de hasta 50.000 yuanes (6.900 dólares) por el nacimiento del tercer hijo.

Cambio de mentalidad

Las medidas chocan con una transformación en las prioridades de las nuevas generaciones, para las que la paternidad ha perdido peso como meta personal frente al desarrollo profesional y el bienestar individual.

Un informe local reveló que la mayoría de estudiantes universitarios no considera importante casarse ni tener hijos: el 51,8 % afirmó que el matrimonio «no es relevante», y el 59,4 % opinó lo mismo sobre la paternidad o maternidad.

Las diferencias por género son amplias: las mujeres muestran un desapego mayor hacia el amor, el matrimonio y la crianza, en parte por el temor a que estos afecten a su carrera.

«No me disgustan los niños, pero siento que no quiero asumir la responsabilidad de educar a la próxima generación», asegura a EFE Lin, una mujer sin hijos de 38 años que añade que su generación «creció en un entorno distinto al de nuestros padres, y eso ha cambiado nuestra forma de ver la familia y el matrimonio».

Lin asegura que «muchos jóvenes dan más importancia a su autoestima y al crecimiento personal» y culpó también a un desequilibrio en el reparto de las tareas del hogar: «El problema es que las mujeres asumen casi toda la carga de la crianza y del trabajo doméstico, y los hombres no quieren compartirla».

Los jóvenes mencionan también el alto coste de la crianza, la inestabilidad laboral y la presión académica y social como factores disuasorios.

No en vano, según la institución Yuwa Population Research, criar un hijo en China hasta que se gradúe en la universidad cuesta de media unos 680.000 yuanes (94.500 dólares), 6,3 veces la renta per cápita, uno de los niveles más altos del mundo.

«Todo lo relacionado con los hijos está carísimo», lamentaba una usuaria de la red social Weibo, quien agregaba que «la educación, la atención médica y las tutorías de los niños son los mayores gastos y todos ellos son necesarios».

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