La inteligencia artificial es el nuevo idioma de la economía global. Quien no lo hable, quedará fuera. Por eso el acuerdo firmado entre el ministro de la Presidencia, José Ignacio Paliza, y la empresa Nvidia, líder mundial en computación acelerada, representa un paso decisivo para integrar al país en el modelo de desarrollo que definirá las próximas décadas.

En solo un año, Nvidia ha sellado alianzas con gobiernos y empresas en Europa, Asia y América Latina para construir centros de innovación, investigación y producción vinculados a la inteligencia artificial. Esa red global confirma una tendencia: el poder económico del siglo XXI dependerá de la capacidad de los países para integrar la IA en sus procesos productivos y crear ecosistemas tecnológicos propios.

Mientras tanto, las grandes corporaciones del mundo se están reestructurando para adaptarse a este nuevo modelo. Microsoft reasignó más de 15 mil puestos de trabajo hacia proyectos de inteligencia artificialIntel anunció la eliminación de 25 mil empleos para concentrarse en la fabricación de semiconductores; Accenture despidió 11 mil trabajadores que no logró capacitar en IA; y Lufthansa reemplazará 4 mil funciones administrativas por sistemas inteligentes. Estos movimientos reflejan un cambio estructural que redefine el trabajo, la productividad y la soberanía tecnológica.

En ese contexto, el acuerdo entre la República Dominicana y Nvidia cobra un significado mayor. Se convierte en una herramienta para conectar los esfuerzos de la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA) —orientada a formar talento y digitalizar el aparato público— con los de la Estrategia Nacional de Fomento a la Industria de Semiconductores (ENFIS), que busca posicionar al país en la cadena global de manufactura avanzada. Lo primero sin lo segundo sería académico; lo segundo sin lo primero, es ser dependiente. Juntas, ambas estrategias trazan una ruta para que la República Dominicana pase de ser un centro de manufactura a convertirse en un país capaz de diseñar tecnología de punta.

Con este acuerdo, si se ejecuta con visión y coherencia, el país podrá acceder al conocimiento, la infraestructura y las herramientas para seguir escalando en la cadena digital de valor. Pero su impacto dependerá del capital humano que lo sostenga. Si la República Dominicana apuesta con decisión por la educación técnica, la investigación aplicada y la innovación tecnológica, podrá transformar esta oportunidad en una política de Estado sostenida, generadora de empleos de calidad y nuevas capacidades productivas.

En un mundo donde los algoritmos definen qué leemos, qué compramos y cómo trabajamos, la soberanía ya no se mide solo en kilómetros de territorio, sino en la capacidad de crear conocimiento. La inteligencia —humana y artificial— será el recurso más valioso de las próximas décadas. Solo los países que sepan cultivarla, tendrán voz propia en el futuro que se está escribiendo hoy.

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