Atención vecino, si te molesta la bulla, múdate del barrio”, con esta frase en la voz de DJ Adoni, el sector Amarilis IV de Santo Domingo Este sabe que no podrá estar en paz por las próximas horas.

6:45 de la tarde, es sábado. Ya se aglomeran en los alrededores grupos de personas que no residen en la zona, pero han encontrado entre estas casas de familia el lugar perfecto para sentarse a beber alcohol, dejar botellas y plásticos tras su noche de copas, peleas en ocasiones y “bachatas de colmadón” a más de 60 decibeles.

Simultáneamente y a pocos metros, otro establecimiento tiene al mismo DJ sonando en una bocina, lo único que con menor afluencia de gente. 


Este panorama se repite en barrios y urbanizaciones de todo el país. Tan solo en Santo Domingo Este, municipio donde se recrea este testimonio anónimo, se han recibido 368,956 denuncias desde el 14 de enero de 2015, fecha del primer reporte de ruido, hasta el 31 de mayo de 2025.

Los números se extienden a 1,126,582 en el periodo señalado si se incluyen el Distrito Nacional y todos los municipios que conforman el denominado Gran Santo Domingo.


Año tras año, las denuncias que predominan en la ciudad capitalina son por música alta. El año 2020, tiempo en que se produjo el confinamiento para disminuir los contagios por Covid-19, es el que más denuncias tuvo: 132,514.


Tan solo el 0,93% de las denuncias recibidas en los últimos diez años corresponden a ruido por construcción y el 3,8% a equipos, organizaciones y vehículos.

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