“La carne, especialmente la roja, no debería representar más que una pequeña parte de una dieta saludable”, concluyó este viernes una comisión internacional de expertos; la entidad mantuvo las recomendaciones previas que ya habían provocado un fuerte rechazo en la industria agroalimentaria.

 De acuerdo con el informe publicado en la revista The Lancet, la mejor dieta para la salud “se basa ante todo en fuentes vegetales, con una parte moderada de alimentos de origen animal y la menor cantidad posible de azúcares añadidos, grasas saturadas y sal”.

El documento constituye una actualización del estudio difundido en 2019, que había generado reacciones divididas al sugerir una reducción significativa en el consumo de carne, en aquella ocasión, numerosas federaciones agroalimentarias rechazaron las recomendaciones, considerándolas caricaturescas, peligrosas o poco adecuadas para los hábitos locales.

La comunidad científica, en cambio, recibió positivamente las sugerencias por sus beneficios para la salud, aunque algunos expertos señalaron que no se consideraban lo suficiente factores como las desigualdades sociales en el acceso a una dieta equilibrada.

La ambición de la comisión va más allá de la salud humana, ya que también pretende impulsar formas de producción alimentaria sostenibles para el medio ambiente. Sin embargo, lo más esperado era la actualización de la llamada “dieta de salud planetaria”.

Tras revisar los estudios más recientes, los expertos presentaron cifras muy similares a las de 2019. El consumo de carne de res, cerdo o cordero debería limitarse a un promedio de 15 gramos diarios, frente a los 14 de la versión anterior.

En comparación, la dieta recomendada incluye 200 gramos de verduras, 300 gramos de frutas y 210 gramos de cereales integrales cada día. Los lácteos deberían aportar unos 250 gramos diarios, mientras que pescados, mariscos y carnes blancas como la de ave, alrededor de 30 gramos cada uno.

“Pruebas sólidas y actualizadas refuerzan la idea de que esta dieta está claramente asociada a una mejor salud, una fuerte disminución de la mortalidad y una reducción significativa de las principales enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación, como la diabetes”, insistieron los investigadores en su estudio.

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