El incidente protagonizado en estos días por Gustavo Sánchez y Aracelis Villanueva en plena Asamblea Nacional, que afortunadamente ha tenido un final de telenovela, revive un largo inventario de escándalos y reperperos que han tenido como escenario a la Cámara de Diputados.
Y es que, desde el 2003, cuando ocurrió el episodio más violento, -con disparos incluidos-, ha habido una larga cadena de peloteras y otros ‘juideros’ que, por suerte, no han pasado a males peores.
En agosto de 2003 hubo un intenso y dramático tiroteo en el mismo hemiciclo de la Cámara baja, cuando Alfredo Pacheco sustituyó a Lila Alburquerque como presidente de esa ala legislativa. El entonces presidente de la República, Hipólito Mejía, quería imponer nueva vez a Lila como presidenta, pero no pudo. Pacheco se encimó con apoyo de la mayoría de sus colegas. Los gatilleros nunca pagaron por su descaro violento: se burlaron de la ciudadanía y quedaron en total impunidad.
Años después, el diputado Elpidio Galán cogió pique y rompió una computadora, alegando que no lo querían dejar hablar. Tuvo que pagarla: la ira le salió cara. Fue en la gestión de Abel Martínez como presidente de la Cámara.
En noviembre de 2016, en pleno hemiciclo, Noé Camacho sacó una correa y ofreció “darle una pela” a su colega Faride Raful, en una actitud “machista” que le granjeó ácidas críticas. Bastaron unos días para que se retractara y le pidiera excusas, bajo el peso de las presiones ciudadanas. La diputada había criticado duramente al PLD porque sus diputados estaban aprobando un préstamo de 600 millones de dólares para la construcción de las plantas a carbón de Punta Catalina.
En octubre de 2018, los diputados Manuel Díaz y Pedro Botello se lanzaron insultos, vertieron su acidez personal y se batieron con improperios recíprocos: sin compasión, se llamaron “loco” y “ladrón”. Fueron enviados a la comisión de disciplina. Días después, se dieron un abrazo y resolvieron sus diferencias en el mismo hemiciclo, rodeados de la algarabía de sus colegas.
Unos meses después, en junio de 2019, la misma Lila volvió a sonar cuando ella y su colega Juan Carlos Quiñones protagonizaron otro altercado escandaloso. Sucedió que se encontraron a las puertas del hemiciclo e intercambiaron palabras y palabrotas fuertes, mientras el primero le ponía su índice llamándola “oportunista”, porque esta decía que legisladores leonelistas aprobarían la reforma constitucional para permitir que el presidente Danilo Medina se volviera a repostular en el 2020. Otro diputado se interpuso, apagó los ánimos y evitó algo peor. Aunque la cosa se zanjó y no pasó de ahí, quedaron fotos para la historia que atraparon ese momento de fricción y enfrentamiento verbal, con furia incluida.
Sucedió en abril de 2021 que Pedro Botello, ‘el caudillo’ del 30% de los fondos de pensiones, entonces aguerrido e inquieto diputado reformista por La Romana, se subió sobre su curul bastante molesto y airado, protagonizó un acalorado reperpero quejándose de que lo habían dejado solo en la lucha por la entrega de los fondos.
Y, precisamente unos meses antes, en octubre de 2020, unos manifestantes acaudillados por él lanzaron piedras y rompieron cristales del Congreso Nacional, en lo que fuera una burda agresión contra el edificio legislativo y contra vehículos de senadores y diputados. Para el presidente de la Cámara baja, Alfredo Pacheco, se trató de un acto de vandalismo.
A Botello lo reprendieron, le llamaron la atención y lo amenazaron con someterlo a la comisión de disciplina de la Cámara, pero eso no prosperó y el diputado se volvió a salir con las suyas.
El último reperpero tuvo un final feliz. Gustavo Sánchez pidió disculpas a Aracelis Villanueva, dijo no quería ofenderla y que respeta a las mujeres. El veterano diputado reconoció que se excedió golpeando con furia el podio de la dama, exigiéndole que retirara un ácido comentario que hizo ella contra la oposición. Aracelis aceptó las disculpas. Y el caso acabó como en las telenovelas.